miércoles, 31 de diciembre de 2008

Onírica 2. Sueño "finanual"

Yo era la reina de un juego de ajedrez. Ejército negro. El blanco nos vencía. Abría los ojos y no podía dejar de percibir que la cama se había convertido en un gran tablero y que un inmenso alfil avanzaba en diagonal. Desperté a mi amor para advertirle: "Olvidémonos del amanecer".






martes, 23 de diciembre de 2008

Canción de Navidad

Pasado

Sentada en el piso de la estancia miraba las luces con obstinada concentración. Se imaginaba feliz, y lo hacía con tal claridad y certeza que así era. Vale decir que lograba un efecto similar cuando imaginaba el estado contrario; entonces era miserable y envolvía en tal sentimiento a quienes la rodeaban. Tal fue el don, tal la condena, a los que se aferró desde pequeña; el saber que las sombras en su cabeza eran más importantes que los seres de afuera.
Grandes cosas se esperaban de ella, buenas y malas. Brillante, soberbia, sola, pero con esa faz tranquila, casi amable. Hubiese movido a ternura y afecto, como los demás niños, de no ser por esos desplantes tan adultos, con los que podía sorprender, herir, manipular o atemorizar, como sólo haría un alma que hubiese contemplado ya muchos inviernos.
Con ojos ávidos admiraba la mañana de Navidad. Se imaginaba feliz, y lo era.


Presente

Una despedida más y cientos de ideas quedaron sin compartir. Sólo se habló de lo más cómodo, lo entretenido. Lo demás intentó salir en sueños y caricias, en detalles absurdos, en el beso de hasta luego. Ama y por ello está segura de que nada tiene.
Y es preciso volver a casa por las fiestas. Abre con desgano un libro, mientras se deja llevar por el camino conocido. Fácilmente se distrae y recuerda las luces que la ilusionaban. Ha pensado tanto, ha intentado saber, ha fallado tanto, que ya no está segura de que existan los dones. ¿En verdad basta con imaginarse feliz? ¿con imaginar ser algo?
El trayecto se agota sin que pueda leer una página. Llega a la ciudad, pide un taxi para ir al apartamento, a reencontrarse con su abandonada soledad. Unas cuantas horas para disfrutarla, antes de ir -medio ansiosa, medio obligada- a una cena familiar llena de aromas, mimos y chiquillos.


Futuro

Sentada en la silla del pórtico entrega sus ojos al atardecer. No hay razón para correr o afligirse; nadie espera. En otros tiempos era pertinente soñar o recordar; hoy sólo queda ver lo que se tiene delante. Amor, obras, errores, todo ello dejó una huella tan profunda que ya no se distingue. ¿Y por qué hacerlo, si todo es parte de lo que se ha sido?

Sentada en la silla del pórtico entrega la mirada al atardecer, el alma al invierno.


Muy felices fiestas, queridos lectores. He aquí lo más semejante a una canción navideña, según mi registro sonoro de los últimos días.




jueves, 18 de diciembre de 2008

Onírica

Dormir, dormir, dormir.

Hasta que pasen las fiestas, pues no me importa que comiencen, sino que terminen.

Hasta llegar a los cuarenta, para que no vuelvan a decirme chica.

Soñar con el amor, para no herirlo en la vigilia. Soñar con las palabras correctas, para dejar de escribir fantasías.

Dormir, dormir, dormir...


Dedicado al examen psicométrico que hice hoy,
en el cual me preguntaban si a veces tengo sueños fantásticos.
Seguro lo reprobé...

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Los Puertos Grises

Iba yo a reseñar el coloquio en el que hace poco participé. Comenzaría por decir que así como en lo que se refiere al bien vestir, en cuanto al bien vivir se impone la actualidad. Que las ponencias sobre deterioro ambiental, eutanasia y leyes anti tabaco se calificaron como provocadoras e inquietantes, mientras que de la mía, centrada en lo fantástico, se dijo, sobre todo, que era bella. Iba también a destacar la intervención de un tímido moderador, que sin aspavientos pero con claridad, sugirió que a los desafíos morales de nuestro tiempo se podría responder con el auxilio de la fantasía. Y si sobraba espacio, quizá dejaría salir al pequeño rojo, para que hablase de la situación de las universidades estatales.

Pero no dejo de pensar en los Puertos Grises... He querido dedicarles ensayos, loas, plegarias. He querido recordarlos, como la primera vez que supe de ellos. En el límite del mundo, sobre un océano inmenso, aguardan los barcos que habrán de llevarse a quienes ya no pertenecen a la era. Llevarlos a los puertos grises. ¿A descansar?, ¿a gozar?, ¿a esperar un nuevo viaje? No recuerdo si el libro lo decía. Pero sé que logró dejarme una honda impresión; la certeza de que la navegación se emprendía con más entereza que dolor y con más tranquilidad de ánimo que alegría.

Y por ello no puedo escribir filosofía. He preferido pensar, imaginar los Puertos Grises. Y los imagino y pienso porque muy pronto contaré un invierno más. Sin embargo, es también una legua menos. El fin de una etapa de la travesía que me lleva más cerca de mi barco. Cerca un poco de la hora en que caen los párpados, guardando para siempre la imagen nunca vista y más amada.