sábado, 24 de mayo de 2008

Próximamente

Y porque yo me lo pedí... Algunos fantasmas se mundan de espacio. Esté usted pendiente del nuevo blog de la hostelera.

jueves, 22 de mayo de 2008

Tiempo completo

Esto no tiene por qué interesar al lector, así que de ningún modo le reprocharía el cambiar de bitácora. El caso es que a partir de variadas remembranzas (cuanto más me acerco a los treinta más revuelvo el pasado) llegué a la conclusión de que jamás he sido ni realizado nada de tiempo completo.

Mientras estudiaba una licenciatura, trabajaba como secretaria y correctora de estilo. Después progresé en la corrección de estilo, mientras hacía pininos como guionista radio. Me adentré en el guionismo mientras terminaba una tesis. Y ahora trabajo en una tesis nueva mientras soy jefa de familia, memorizo los enunciados de los verbos griegos, escribo artículos sobre publicidad, belleza y moda, leo cada viernes sobre fantasmas y revenants, y aprendo a enseñar, con el desgarbado aunque presto auxilio de doce adolescentes.

Cuando repaso este homenaje a la poligamia que es mi currículum, no puedo más que comprender por qué mis antiguos colegas de la radio son ahora importantes periodistas y populares locutores, por qué mis amigos de la entrañable facultad están en camino de ser sabios académicos, y por qué mis compañeros literatos empacan sus maletas para viajar hasta donde los conducen sus talentos. Ellos encontraron una senda, un amor, un tiempo completo. Yo en cambio he preferido andar de un lado a otro, amar a muchos, darme a todo y a nada por entero.

Todo esto, señores, porque ayer recibí una oferta de trabajo que me permitiría consumar el anhelado escape de la ciudad, calmar las ansias familiares, y por qué no, hasta patrocinar un querido y oculto proyecto. Mas debí rechazarla, porque el ir y venir me ha conducido a investigar el imaginario moral del Medioevo, y por ahora no puedo aceptar ningún tiempo completo.

viernes, 9 de mayo de 2008

Del discurso y la conversación

No me gusta manifestarme. Cuestión de un problema estético, fantástico y moral que me impide reflejar en mi deslucida imagen al ser temible y feroz en el que siempre he deseado convertirme. (Y de ahí mi obsesión por los imaginarios morales.) Sin embargo, en los días pasados fui parte activa de uno de esos eventos que para mi profesión son elementales, el coloquio.
Fue mi primera vez, y como en todas las iniciaciones de mi vida, fallé con gracia y discreción. Poco aporté y mucho aprendí. Descubrí temas ("Vida civil y contemplativa en Pico", "Cinco carmina de Pico" y el humanismo novohispano), planteamientos ("El filósofo y el teólogo en De hominis dignitate), así como estilos de interpretación y formas discursivas ("Catedrales mágico-filosóficas"), en cuyo estudio y ejercicio desearía internarme por cuenta propia. También me topé con cuestiones que tardarán tiempo en abandonar mi cabeza (porque deben hacerlo).
Pero acaso el hallazgo más asombroso fuera el apreciar cuánto pueden transformarse las artes del discurso y la conversación, cuando su práctica se vuelve objeto de una exposición pública. Por una parte, se gana la brillante sapiencia de personas con quienes jamás se podría sostener una conversación casual, ya porque vienen de lejos, ya porque nos rebasan en pericia y lucidez, o porque ambos factores se suman y el reconocimiento de la distancia nos impide preguntar. Se gana también la admiración, por quienes fueron compañeros de camino y ahora son jefes de batalla. Y, por supuesto, la consolidación del respeto hacia quienes nos guían.
Pero desde otra perspectiva, otros elementos valiosos se difuminan o en los momentos más serios, se pierden. La franqueza sin formalismos, la curiosidad sin sarcasmos, la corrección sin soberbia, y, en suma, la conciencia de asumir juntos una empresa narrativa. Condiciones que muchas veces se alcanzan en las aulas, los grupos de estudio, las discusiones después de clase y hasta en formatos como éste, en el espacio público ceden ante la pregunta que tiende a evidenciar el error, la respuesta defensiva, la erudición innecesaria o el distraído silencio. Será que lo afirmo porque a ratos sentí caer un poco en ello, será que es mi primera impresión, será que, de hecho, las mesas ya no son redondas. La parcial conclusión es que las palabras fluyen de modos distinto en los pasillos, los patios, los cafés, y los elegantes auditorios.
Más no puedo agregar, ya que aún soy aprendiz consciente de ello. Lo cierto es que jamás creí que disfrutaría el manifestarme, y lo hice. Gocé también la pregunta, la respuesta y la rectificación.
Y por si todo ello fuera poco, también moderé: confundí el linaje de apreciada colega; derramé agua, aunque básicamente sobre mí; ni esperanzas de que contuviera la avalancha de preguntas, ¡y casi pongo a Dios al servicio del terror!


sábado, 3 de mayo de 2008

De una breve charla

¿Por qué es mi mejor amigo? Bueno, son tantas cosas. Para empezar, nunca se queja de mi parquedad y ni siquiera le interesa cuestionar sus motivos. No tengo que fingir sonrisas ni exaltaciones para hacerle saber que me alegra verlo. Tampoco necesitamos de palabras inútiles que vengan a llenar el vacío de un momento; a muchos de nuestros instantes los colma el silencio, no en tanto incómoda huida del interés, sino como dichoso reflejo de la quietud compartida.

Es, además, sensato; me anima sin preguntar por qué estoy triste; tiende la mano sin preguntar por qué caí, y cuando desea verme, no busca excusas tontas como la película imperdible de la muestra de cine o el nuevo café de la plaza. No; tan sólo se presenta, para mi absoluto gusto. Quizás, lo que más aprecio es la tolerancia para con mis manías. Él no lanza miradas nerviosas e intermitentes a la ventana -como lo hace usted ahora- cuando golpeo las superficies de los muebles con las yemas de los dedos: índice-anular-medio, uno-dos-uno. Menos aún le molesta que arda en crisis de histeria, que le diga "¡Hasta nunca!", para llamarlo luego... Sí, creo que por todo eso es buen amigo... ¿El mejor, dije? No sé si tanto... Es mi amigo.

¿Pregunta usted dónde está? ¿Dónde vive? ¿Fotos y obsequios? ¿Que si hay algo de él más allá de mi mente? ¡Señor mío, qué importa eso! Con lo endiabladamente difícil que es hallar un amigo en estos días, ¿piensa usted que voy a ser tan delicado como para menospreciarlo por una simple indeterminación existencial?

jueves, 1 de mayo de 2008

Fallaste corazón (o Desilusión 2)

Reconozco que líneas tan grises y lastimeras no deberían escribirse. Yo tendría que redactar una ponencia sobre la magia natural, o en todo caso, un resumen de la filosofía kantiana, un trabajo sobre la verdad de las representaciones, un artículo acerca de soluciones cosméticas para la celulitis, o al menos una invención más digna de este espacio.

Pero en vez de todo ello no puedo dejar de escribir mi profundo desconsuelo...

Porque siempre apuesto a la carta equivocada.
Porque me adhiero a causas indefendibles.
Porque confío en quien menosprecia mi confianza.
Porque no puedo ser irresponsable.
Porque mis amigos están lejos y enemigos, no tengo.
Porque perdió el Liverpool.
Porque ayer pagué mis impuestos.
Porque el martes leeré una ponencia.
Porque malditos deseos que tengo de escribir sobre magia, verdad o celulitis.
Porque jamás veré Gales.

Así que hoy nada de ensueños, mentiras o fantasmas, hoy solo puedo escribir tristezas.