jueves, 6 de agosto de 2009

Destino

Desde que ya no vivo ahí, la casa de mi madre se ha vuelto una inspiradora fuente de misterios que me encanta visitar. Aunque básicamente no ha cambiado nada, el hogar siempre me descubre cosas que por extraña ceguera nunca ví antes. Entre ellas está la foto siguiente, descolorida, borrosa, que no se dejó escanear. Pero en esa viejísima imagen hallé una posible razón para explicar por qué me aferro a escribir tesis acerca de un león majestuoso, noble y leal que un día se encuentra a un errante caballero.



Sí, yo soy esa cosita insignificante que trepa sigilosa en uno de los leones del Hemiciclo a Juárez y se pregunta por qué la enorme bestia no voltea y se la come. Y el hecho es que todavía soy una cosita insignificante que trata de abrazar una majestuosa fantasía sin saber cómo, y que aún se pregunta por qué no se ha hundido en las fauces de la descomunal empresa. ¿Será, tal vez, destino? Lo cierto es que con el mismo asombro y temor de entonces, continúo soñando en que por un instante la maravilla se alíe conmigo.