lunes, 28 de enero de 2008

¿Un cafecito?







Y aquí un video sobre cómo hacerlo, porque el próximo lo preparan ustedes...







Gracias a mi querido M. por ayudarme a descubrir las imágenes.

martes, 15 de enero de 2008

De viaje

A veces basta con mirar por la ventana para sentir que se ha llegado muy lejos.





martes, 8 de enero de 2008

Predicción

¿Quién se atreve a dormir con la certeza de que despertará mañana? ¿Y de que el cielo será azul y no purpúreo? De que los ahorros seguirán en la cuenta, la esposa feliz acurrucada a un lado y los chicos tranquilos en sus camas.

¿Quién se atreve a decirme que no es más sensato pensar que todo acabará el próximo instante y revisar las cerraduras veintiún veces, y avivar la inquietud hasta que sean veintidós?

Sólo en el futuro, cuando ya no esté aquí, sólo entonces me olvidaré de la certeza y su fantasma. Cuando ya no importe el cielo, ni la esposa, ni los chicos, ni las puertas. Cuando muera la imagen de cuanto para mí puede morir. Sólo entonces mi dormir será tranquilo. Porque ya no habrá sueño, ni esperanza, ni alma inquieta. Únicamente los despojos de quien frente a todas las creencias entre las que pudo elegir se quedó con la irrefutable verdad del desenlace.




Dedicado a todos, para que lo gocen y especialmente a Selkt, quien entenderá por qué lo puse.

domingo, 6 de enero de 2008

De un atardecer

Ni el frío ni el fuerte viento fueron razones suficientes para que abandonaran la terraza durante aquel atardecer. Todo el calor y resguardo que podrían necesitar lo encontraban en ese vínculo de quietud y silencio que los había unido desde el primer encuentro.
Con cuidado y sin prisas, él llenaba una pipa con un tabaco fuerte y aromático, mientras ella contemplaba las parvadas de pájaros que volaban hacia el este y pensaba cuanta dicha existe en el acto de partir.
Cuando exhalaron la primer bocanada de humo todas las nubes del cielo se habían teñido de rojos y la última parvada trazaba su ruta en el horizonte. Chocaron las copas y sin hablar brindaron por una tarde más. Y es que no había necesidad de intercambiar muchas palabras. La verdad que importaba de antemano la conocían: La belleza y la dicha de aquél instante radicaban en el hecho de que terminaría y de que sus manos, ahora entrelazadas, dentro de poco asirían tan sólo al viento.