Es vulgar aferrarse a un vínculo frágil. Insano atarse al lugar donde reinan los necios. Loco pretender que no duele la estulticia.
Por eso, mejor navegar en noches de tormenta; cruzar las calles sin mirar a los dos lados; dejarse besar por los niños mocosos; no mirar nunca la fecha de caducidad; tener sexo sin protección; hablar con extraños; fumar aunque ya no se pueda subir las escaleras; automedicarse, y pasar las píldoras con vino tinto.
¿A qué tanto miedo a morir? Ni el que se atrevió a prometer la eternidad dejó de pedir a cambio una vida.
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