jueves, 28 de mayo de 2009

Salí a comer

- Yo creo que esta vez sí se termina el mundo -sentenció la señora y profirió un nuevo elogio al agua de guanábana.
- Yo también -le respondió la dama de mayor edad sentada frente a ella, mientras lanzaba breves miradas a la televisión y a los estragos que dejara el terremoto en Honduras.
- Porque han sido tantas cosas… ¡Mira que no es gratuito!
- ¡Eso mismo le digo a Víctor! Pero, ya vez, tan cerrado él…
- Como toda la gente. Yo les digo y les digo, y ¡nadie me cree! Son muy tontos o tienen mucho miedo. Pero yo sé… ¿Te acuerdas de las profesías que pasaron el otro día en la tele? Las de…
- ¿Nostradamus?
- No… otro…
Y no recordó, y el agua de guanábana seguía exhuberante y deliciosa. Yo quise hablarle, decirle que le creía; que tenía toda la razón. ¡Al diablo con Víctor y todos los incrédulos! El mundo se termina, y está bien; lo necesitamos, lo merecemos. Pero el sol se tragaba entera a la avenida Nuevo León, el aire era demasiado denso para gastarlo en palabras y el agua de mango sabía tan dulce.

2 comentarios:

Diana dijo...

Jajajajaja. Simplemente genial.

Itzel dijo...

Diana: Gracias :) Todo se lo debo a la hora de comida.