miércoles, 16 de diciembre de 2009

Sigo...

Aquí estoy, como siempre, donde nunca. Me fui tan lejos para encontrar lo que desde hace tiempo soñaba. Abracé la soledad para reencontrarme con todos. Y oré ante los túmulos reales por el regreso del héroe.

No he visto todo, ni si quiera mucho, para mí, lo suficiente. ¿Pero que puedo hacer entre tanto con estos ojos abiertos?

Seguir observando...




domingo, 13 de septiembre de 2009

En una tarde lluviosa, leía

¿Cómo puede un instante soportar tantos recuerdos? En el microsegundo que toma saltar de un renglón a otro, desfilan ante mí las formas de lo que alguna vez fui. El cielo crepuscular de las vacaciones de verano, las clases de segundo de primaria, la primera lectura -sobre insectos y obsesiones-, los pasos trémulos a la orilla del mar, el fin del mundo, los Puertos Grises, el amanecer de soledad ausente.

Y vuelvo al texto, sus líneas me llevan po
r otros mares, veranos, temores y amaneceres, a los que otro día, en medio de otras páginas, recordaré tan nítidos y reales como el hecho mismo de que ahora escribo.




jueves, 6 de agosto de 2009

Destino

Desde que ya no vivo ahí, la casa de mi madre se ha vuelto una inspiradora fuente de misterios que me encanta visitar. Aunque básicamente no ha cambiado nada, el hogar siempre me descubre cosas que por extraña ceguera nunca ví antes. Entre ellas está la foto siguiente, descolorida, borrosa, que no se dejó escanear. Pero en esa viejísima imagen hallé una posible razón para explicar por qué me aferro a escribir tesis acerca de un león majestuoso, noble y leal que un día se encuentra a un errante caballero.



Sí, yo soy esa cosita insignificante que trepa sigilosa en uno de los leones del Hemiciclo a Juárez y se pregunta por qué la enorme bestia no voltea y se la come. Y el hecho es que todavía soy una cosita insignificante que trata de abrazar una majestuosa fantasía sin saber cómo, y que aún se pregunta por qué no se ha hundido en las fauces de la descomunal empresa. ¿Será, tal vez, destino? Lo cierto es que con el mismo asombro y temor de entonces, continúo soñando en que por un instante la maravilla se alíe conmigo.

domingo, 19 de julio de 2009

Fotofobia

Un haz de luz se ha incrustado en mi cabeza. No es la primera vez que pasa. Entra fulminante por el ojo izquierdo, rebota en la base del cráneo y abraza todo el hemisferio.

Creo que cada uno de esos dardos fotónico
s porta una idea descomunal que mi cerebro no alcanza a comprender. Y éste se incendia en vez de iluminarse; lejos de alumbrar se duele en su vacío.

He considerado diversas opciones
para terminar con estos raros fenómenos. Hasta ahora, parece que lo más útil y sensato es prescindir del ojo izquierdo.







martes, 14 de julio de 2009

Bienvenido

Ya tiene sus hojas, su lomo y sus erratas. Y pronto caminará por el mundo -bueno, por algunos anaqueles- y tratará de sostenerse con sus virtudes y sus fallas. Sí, a mí me gustan la ficción y el fantaseo, y me habría encantado escribir la gran épica de nuestro tiempo (desafortunadamente aún no pierdo la esperanza de hacerlo). Por extraños y oscuros caminos llegué a la filosofía, aprendí a quererla tanto como a las ensoñaciones y hasta me propuse cantar sus hazañas para que otros también la quisieran.
Este es uno de los resultados resultado de esa confusión y de ese amor, y también de la compañía de personas que siendo mucho más senstas que yo, se han arriesgado a confiar en mi insensatez.
Así, pues, aunque nunca lo hu
biera imaginado, aunque tal vez sea el último, y sea cual sea su fortuna, le digo a este recien llegado "Bienvenido".




Aquí pueden leer el prólogo.

jueves, 9 de julio de 2009

Quisiera ser Carrie

Por lo general soy una persona ecuánime, pacífica y hasta sosa (subráyese el "por lo general"). No suelo reír a carcajadas ni llorar a mares. No me pongo verde y rabiosa cual Hulk cuando algo me molesta. No cubro a los que amo de besos y apretujones. No le pego a la computadora cuando no sirve ni reto a Dios cuando no hay internet.
Soy callada, deprimida y sombría. Dejo que los demás hagan de sus vidas sendos papalotes y mando las emociones al estómago. Ahí ellas cavan pequeños surcos o luego corren hasta el cerebro, donde causan cortos circuitos. Esto, digo, es lo que sucede por lo general.
Pero a veces quisiera ser Carrie y levantar tremendas olas de ira destructiv
a. Quisiera mirar con desprecio a los seres enfadosos y flamearlos en ese mismo instante. A los que me pegan en la cabeza en los peseros porque no pueden mirar abajo de sus narices, a los que escuchan música en sonido estéreo a las tres de la mañana, a quienes se estacionan ocupando la calle y la banqueta, a la gente detrás de las ventanillas que en lugar de ayudarte cuchichea con el de al lado, a los que son injustos, a tantos y tantos políticos.
No es que tenga complejo de superhéroe vengador, ni que haya visto demasiados anuncios de "Ordene emperador", o que yo misma no haga cosas por las que merezca arder en leña verde. Tampoco odio a la humanidad. Simplemente sucede que a veces los mosquitos sueñan que son dragones y en una de esas llegan a despertar escupiendo fuego.


* Post inspirado por la cajera del banco que perdió mi tarjeta tributaria, por el cliente que ya no encuentra mi cheque y por todos los centros de "atención" a clientes de Telcel.


jueves, 2 de julio de 2009

¿Café?


Atravieso por una ráfaga de tristezas y desilusiones. La filosofía, la profesión, el amor, me han mostrado los rincones que discretamente se pueblan de telarañas y los muebles bajo los cuales se ha empujado con prisa al polvo y la basura.

Sin embargo, me afano. Barro aquí y allá. Sacudo y enjabono. Pego, armo, remiendo. Me aferro a octubre y al airbus que me llevará sobre el océano.

¿Y para qué? Para que alguien me ofrezca un trago de café a cambio de mostrarle un dedo manchado. Así como en la infancia me daban caramelos por lucir las manos limpias.

Entonces veo que el polvo forma dunas, que las telarañas no dejan ver la pared y que no es el hogar, sino la ciudad entera. Y pienso que así ya no puedo.

¿Pero que hago si no reparo, sacudo y además invento? ¿Si no trato de sostener aunque sea con alfileres lo que queda de afuera y adentro?

Por eso sigo en la monumental e inútil reconstrucción. Café no quiero.




viernes, 26 de junio de 2009

28

Mucho se twiteó ayer en relación con el acontecimiento del día. Pero de entre todos los pésames, homenajes, reportes y colapsos de 140 caracteres, me identifiqué sólo con uno: "Ahora sí me siento bien viejo".

En realidad lo experimenté desde que los Simpsons, con quienes crecí, anunciaron su temporada veinte. Desde que Café Tacvba, que nos hizo bailar una frenética Rarotonga en la despedida de sexto de primaria, comenzó a celebrar sus veinte años. Desde que, sin mayores aspavientos, transcurren también dos décadas de la primera película que realmente disfruté, porque no había canciones cursis ni adorables princesitas que me hacían sentir más fea. En su lugar estaban una música sorprendente que te disparaba al espacio, y Michael Jackson.

Tenía ocho años cuando mi mamá me llevó a ver Moonwalker. Hoy tengo veinte más, que se sienten como elevados al cuadrado. Tenía entonces una fascinante capacidad para mentir. Hoy escribo libros de filosofía. Y fue en aquél segundo lustro de mi existencia, en medio de cómics, cuentos de Ray Bradbury, batallas galácticas y música lunar que comencé a entender lo que hasta hoy creo; que las mejores cosas
de este mundo son las que te ayudan a escapar de él.

En el año 28 hay trozos del imaginario personal que comienzan a desprenderse y a volar hacia las estancias de lo que ya no es. En la pantalla mental los bailes, las vacaciones, los besos y los cines se desdibujan, recordándonos cuan afortunados somos por no estar aquí para siempre.


jueves, 28 de mayo de 2009

Salí a comer

- Yo creo que esta vez sí se termina el mundo -sentenció la señora y profirió un nuevo elogio al agua de guanábana.
- Yo también -le respondió la dama de mayor edad sentada frente a ella, mientras lanzaba breves miradas a la televisión y a los estragos que dejara el terremoto en Honduras.
- Porque han sido tantas cosas… ¡Mira que no es gratuito!
- ¡Eso mismo le digo a Víctor! Pero, ya vez, tan cerrado él…
- Como toda la gente. Yo les digo y les digo, y ¡nadie me cree! Son muy tontos o tienen mucho miedo. Pero yo sé… ¿Te acuerdas de las profesías que pasaron el otro día en la tele? Las de…
- ¿Nostradamus?
- No… otro…
Y no recordó, y el agua de guanábana seguía exhuberante y deliciosa. Yo quise hablarle, decirle que le creía; que tenía toda la razón. ¡Al diablo con Víctor y todos los incrédulos! El mundo se termina, y está bien; lo necesitamos, lo merecemos. Pero el sol se tragaba entera a la avenida Nuevo León, el aire era demasiado denso para gastarlo en palabras y el agua de mango sabía tan dulce.

lunes, 11 de mayo de 2009

Errar errante

Balbuceos de un canto, fragmentos de un encomio. Los escupo sin juicio a un blanco frágil mientras salto entre mares.

La semana de tiempo suspendido me hizo trizas. Se llevó la soledad, la locura, los afectos. Dejó la única certeza de que no hay belleza ni heroísmo capaces de redimirnos.

Sí, yo siempre exagero ante situaciones como ésta. Más cuando en el cerebro se encienden luces que no iluminan lo excelso sino lo degradado y próximo a morir.

¿Por qué entonces sigo conduciendo sin pericia esta endeble nave que, bien sé, no se dirige a sitio alguno? ¿Por qué es tan difícil romper el pacto con la maravilla?

viernes, 8 de mayo de 2009

Navegar

Es vulgar aferrarse a un vínculo frágil. Insano atarse al lugar donde reinan los necios. Loco pretender que no duele la estulticia.
Por eso, mejor navegar en noches de tormenta; cruzar las calles sin mirar a los dos lados; dejarse besar por los niños mocosos; no mirar nunca la fecha de caducidad; tener sexo sin protección; hablar con extraños; fumar aunque ya no se pueda subir las escaleras; automedicarse, y pasar las píldoras con vino tinto.
¿A qué tanto miedo a morir? Ni el que se atrevió a prometer la eternidad dejó de pedir a cambio una vida.




miércoles, 29 de abril de 2009

Filosofía en los días de la peste


Cuando escuché que no habría clases se me ocurrió una curiosa y disparatada idea: era todo un complot para acallar las enconadas protestas de los filósofos en contra de su predestinada extinción. La ocurrencia era descabellada por una sola razón, ¿quién detendría el reloj por los filósofos? Ni pensarlo.
Así que luego de confirmar vía correo electrónico que se cancelarían actividades en la prepa donde trabajo decidí empezar a creer y con ello a concebir una idea mucho más esquizofrénica que la anterior. ¿Y si la peste no es más que la primera señal de que el universo retiembla en sus centros por la desaparición de Lógica, Ética y Estética?
Hubo un momento en la narración de nuestra historia en que esta explicación para el mal que nos aqueja no se hubiera tenido por farsante, irreverente o ilusa. Entonces, ante el descubrimiento del vínculo roto, el mago habría dejado ir las palabras correctas y éstas pondrían en acción las fuerzas que lo repararían. Lo ausente volvería, lo enfermo sanaría y lo desequilibrado se ordenaría de nuevo. En el mejor de los casos la esperanza llegaba a cumplirse.
Pero en este episodo, que puede ser tanto el final como el clímax (y ¿por qué no? simplemente otro capítulo) el abandono del pensamiento y una epidemia mortal son sólo dos cosas que por coincidencia ocurren al mismo tiempo. ¿A cuál de las dos dificultades atender? A la más grave, por supuesto, a la que demande acción imediata; así como para el dolor de cabeza hay que buscar aspirinas y no tranquilidad. Nos fallaron los magos al buscar vínculos rotos cuando tendrían que haber empezado por comprar vínculos nuevos.
Sin embargo los acontecimientos insisten en aparecer uno junto a otro y casualidad sigue pareciéndose a causalidad. Hoy recibí dos correos alusivos a conspiraciones, una la de la influenza desatada por el G8 y las farmacéuticas, otra la que pretende acabar con las universidades públicas. El hecho es que no reenvié ninguno de los dos, pero sí me pregunté; ¿en verdad la pandemia no se debe al olvido en que decidimos dejar al pensamiento? Porque ni el más estricto cerco sanitario empedirá que se formen rompan barreras en la imaginación y la razón por las cuales se siga filtrando el miedo.

* POST 0% informativo

lunes, 13 de abril de 2009

Subterranean Homesick Alien


Llegamos al aeropuerto somnolientos y en ayunas, pero de distintas formas aliviados. Ellos partían, yo simplemente volvía a casa. Después de acompañarlos a registrar las maletas y tras aletargarnos un poco en la comodidad de la distinción, empecé a concentrarme en la luminosidad que irradiaba todo: la gente agradable, los destinos posibles, el cambio. Por fin un rayo de luz me golpeó en la sien izquierda. "Me terminé las píldoras", pensé y comencé un esfuerzo enorme por no darle importancia; no iba a malograr nuestro "hasta luego" con la vulgaridad del dolor.

Abracé a todos, lo besé, nos despedimos. Volví a casa sin tristeza, aunque no sin lamentar de vez en cuando el que esa no fuera mi ocasión de tomar un avión, no necesariamente el de él, cualquiera, a donde fuese. Alrededor de la una llegué al departamento y me dejé
envolver por las apremiantes y dulces necesidades domésticas. Preparé café, leí un libro infantil, cambié mi atuendo de autobús por ropas ligeras, me acosté. Y antes del primer sueño comprendí que la compañía y el amor son viajes largos, casi como a otra atmósfera. Conducen a sitios hermosos, fascinantes, estremecedores, sombríos. Pero hay que volver de vez en cuando, renovar el equipaje, disfrutar el vacío de otros. Para que así la nostalgia de uno mismo no se convierta en niebla que cubra el camino.


The breath of the morning
I keep forgetting.
The smell of the warm summer air.

I live in a town
where you can't smell a thing,
you watch your feet
for cracks in the pavement.

Up above
aliens hover
making home movies
for the folks back home,

of all these weird creatures
who lock up their spirits,
drill holes in themselves
and live for their secrets.

They're all uptight, uptight,
uptight, uptight,
uptight, uptight.

I wish that they'd sweep down in a country lane,
late at night when I'm driving.
Take me on board their beautiful ship,
show me the world as I'd love to see it.

I'd tell all my friends but they'd never believe me,
They'd think that I'd finally lost it completely.
I'd show them the stars and the meaning of life.
They'd shut me away.
But I'd be alright, alright,
I'd be alright,
I'm alright.

I'm just uptight, uptight,
uptight, uptight,
uptight, uptight,
uptight, uptight,
uptight.

Radiohead,
Subterranean Homesick Alien

jueves, 2 de abril de 2009

Por no preguntar


¿A quién se sirve con el grial? ¿Por qué sangra la lanza? ¿Qué enfermedad aqueja al señor de este castillo? Si estas sencillas preguntas, fruto de la curiosidad y asombro que demostraría cualquier niño, se hubiesen formulado, el caballero triunfaría. Pero el bello jóven no preguntó y ese solo hecho precipitó al universo artúrico en la aventura más prodigiosa e inascequible de su historia.
En mi segunda lectura del Cuento del grial, hecha con más concentración y menos arrebatos de entusiasmo, me dio por pensar que las preguntas con las que Chretién de Troyes formulaba el reto de su último héroe no eran sino cuestionamientos filosóficos; ¿acaso no debía preguntar por la naturaleza del mundo al cual había ingresado? Me admiró además el hecho de que en versiones posteriores se pasara de la pregunta ontológica a la moral: "¿Qué puedo hacer por ti?" debía preguntar Perceval al rey pescador y ello bastaría para sanar al soberano y a su tierra.
He aquí un extraño viraje en la aventura caballeresca; después de que los héroes se probaran en la acción, se inicia una queste filosófica de la que difícilmente alguien saldrá airoso. Si tan sólo Perceval hubiese aprendido a preguntar.
Las recientes discusiones en torno a la pertinencia y utilidad de la filosofía me ha llevado a repensar que si algo bueno puede darnos esta disciplina es el enseñarnos a preguntar. Algo que parece simple, obvio y espontáneo, pero en lo que poco arte ponemos. Y entonces nos quedamos como el caballero del grial, confundiendo la discreción con la estulticia o la indiferencia.
Considero también cómo y dónde adquirimos el arte de preguntar. Recordemos que a Perceval lo perdió el consejo de su maestro y que fueron la introspección y la penitencia las que lo llevaron a darse cuenta de su error. ¿Cómo hacemos entonces los que enseñamos filosofía para no enviar a más héroes a fracasar en la prueba?
Por no preguntar alguien desató el colapso del mejor de los reinos. ¿Que nos pasará a nosotros, que de aquél ni siquiera somos reflejo, cuando al último curioso se le olvide qué es la duda?


jueves, 26 de marzo de 2009

La hora

No sé si los entusiasmos colectivos llevan a un buen resultado. Si una hora puede contener los torbellinos de mil años. Si más que lo apagado importa lo que se encienda en las mentes de muchos.
Admito que en principio fueron los dolores de cabeza los que me llevaron a vivir con luz al mínimo, pero intentemos algo más allá de nosotros, para que no sea un mal del entendimiento el que nos deje para siempre a oscuras.


martes, 17 de marzo de 2009

Maravilloso II

Después de creer vi. De frente, como nunca lo había hecho. Entre miles de seres, como nunca había estado. Con millones de luces donde extraviar la mirada. Envuelta por inumerables voces que no callaban la mía.
Quizá sea la única forma en que puedo estar con muchos otros, quizá sea el mayor sueño que haya vivido jamás. La memoria del celular quedó vacía, miope como soy, no sé cómo ver todo desde una pantalla
pequeña . Pero hay algo en los sentidos, la razón y la fantasía que ahora está lleno y no se vaciará.
Curiosamente no recordé los días de adolescencia y juventud, los años en que la música fue alivio de variados dolores (lo que hacía por las migrañas "You and whose army"). Por el contrario, me alegré tanto por estar envejeciendo, por padecer los estragos de seis horas de pie y saber que, tal como dijeran ellos, la dicha, el placer, la conmoción, la sorpresa deben sentirse en los huesos.
Un día después del sueño y el canto. Hay que preparar clases, traducir del latín y pensar en el futuro. Pero una parte de mí ya puede dormir sin temor a despertar de nuevo; como aquélla que por primera vez acarició, que vio por primera vez al mar, que leyó el primer roman del rey Arturo y por primera vez vio Avalon, descansa ya para siempre en alguna isla de bienaventurados.


Reckoner, "dedicated to all you, all human beings"





Una vez más, cortesía del YouTube y de alguien que sí recuerda cómo usar el celular en momentos críticos.

lunes, 16 de marzo de 2009

Maravilloso I

In the next world war
in a jack knifed juggernaut
I'm born again...
In an interstellar burst
I'm back to save the universe

Radiohead, Airbag

El encuentro con lo maravilloso es siempre una experiencia catalizadora, que culmina con una inevitable mutación ontológica. Quien recibe el toque, el abrazo, el golpe de la marvilla no tiene posibilidad de volver a ser el mismo.

Necesariamente la mutación implica heridas, desgarramientos y pesares que no encontrarán cura en este mundo. El amante o héroe de lo fabuloso tiene que partir a la isla de las siete hermanas; los barcos deben ir a rescatarlo en cuerpo y alma; él héroe amante se aleja moribundo, mas no olvida la promesa de volver.

Yo viajaré hacia Avalon, hacia la más bella de las muchachas, hacia Argante, el hada, un hada bellísima. Ella me curará todas mis heridas, ella me tratará con sus benéficas pociones. Luego volveré de nuevo a mi reino y viviré con mis bretones con gran alegría.

Layamon, Roman de Brut
¿Qué hay entonces en lo maravilloso que no deja de invitarnos? ¿Qué nos conmueve y atrae pese a la certeza del dolor y muerte? Que a veces las heridas mortales sanan, los autos de fe desvelan la verdad y los héroes cumplen la promesa de volver para salvar el universo.






El video es cortesía de adikto77. Yo estaba demasiado absorta, maravillada, nerviosa, como para recordar el uso del celular.









lunes, 2 de marzo de 2009

Bienvenida


Debe ser el lunes, que trae toda la soledad consigo. O el clima de principios de marzo, tan propio para los dolores de cabeza y la melancolía.

Será el aburrimiento que cuenta lo
s pasos a todo lo nuevo. Quizá el exceso de gente y la falta de humanidad. El mar de labores y la sequía de obras. Tal vez la luna en creciente y la lentitud con la que se envejece .



O se deberá, sencillamente, a que a veces lo próximo parece tan ajeno y nos mueve a partir en busca de lo propio. Pero al final nos rompe el espejismo y quedamos atrapados en pozos de luz.


En virtud de todo ello, a causa de nada. Esta noche, tristeza, te recibo.

lunes, 16 de febrero de 2009

De los malvados y los accidentes de tránsito


"Los misántropos miserables deberíamos morir en accidentes de autobús", algo parecido afirma Dr. House en el último capítulo de la cuarta temporada. Y sin embargo sobrevivimos, mientras que a los buenos se les concede el derecho de partir.

Desde que arreglan la carpeta asfáltica en la diagonal de Patriotismo he estado al límite de fenomenales accidentes, que no han ocurrido por noble pericia ajena o bien por suerte. A causa de cruzar descuidadamente en los altos que ahora parecen opcionales, por los agujeros que se me vuelven invisibles o por mis estúpidas carreras en medio de los dinosaurios excavadores. ¿Acaso me salvaría de un acuatizaje aunque jamás he conseguido flotar?

Ello me ha puesto a pensar; me ha hecho volver a las páginas de olvidadas creencias. Si la vida depara lecciones que algunos tardamos en aprender. Si soy parte del plan exterminista del creador. Si mi mejor amigo imaginario está por volver de su imaginaria tumba para presentarme a tres fantasmas.

¿Por qué los misántropos, melancólicos malvados y agotados hasta lo infinito no morimos en accidentes de autobús o a la mitad de la diagonal de Patriotismo? Tal vez porque sería demasiado sencillo, porque nos gusta creer en un precio y en la posibilidad de pagar o por simple azar, al que no podemos dejar sin sentido.

Sí, me gusta creer que la redención existe, no para soñar con el perdón y el paraíso, sino con el día en que el portador del mal se consuma, tras saltar con él a la hoguera.

Imagen: http://www.flickr.com/photos/ramonechavarria/

Update: As you may share the feeling...




martes, 3 de febrero de 2009

De quien no podía reconstruir un mundo


Una noche decidí postergar las obligaciones de la filosofía y los placeres del sueño para leer un roman que trataba de un león y su caballero... o al contrario. Entonces vislumbré una tenue y hermosa posibilidad, de salvación y crecimiento. Acaso los caminos maltrechos del ser tuvieran como único fin el conducirme a ese páramo, donde se debatían las formas del bien y el mal.

Lo que no descubrí, empero, fue la forma de responder a ese llamado del destino. ¿Debía iniciarme en el estudio de lenguas antiguas para sumergirme en manuscritos de hace más de ocho siglos? ¿Escribir cuantiosas páginas que formaran tesis, elegantes receptáculos de polvo, para exaltar la moral de los héroes? ¿Enloquecer cual Quijote; convertirme en eco de un mundo desaparecido?

Y me preguto si cualquiera de tales quehaceres tendría un sentido. ¿Para qué enaltecer lo que ya es magnánimo? Como envolver en un odioso marco de oro al más bello de los lienzos. Por otra parte, contemplar sería mezquina honra para los versos que cantan las más bellas acciones.

Es todo ficción, ¿puede ella dar sentido a una vida no ficticia? ¿Cómo hacer piedra angular de la existencia a lo que sólo se creó para el deleite? A menos que se asuma a la vida como gozo y ello está muy lejos de probarse.

Sin embargo aún intento pensar que reconstruir mundos tiene sentido, aunque mejor sería decir convocar, pues ellos ya existen en toda su belleza y acaso únicamente falte abrir los caminos que nos lleven a arrobarnos.



martes, 20 de enero de 2009

El porqué de la ausencia

No he muerto aún, sólo desaparezco. Entre libros, sueños, ensayos, traducciones, amor, lecciones de árabe, tesis, romans artúricos, rectificación de caminos, corrección de estilo, publicidad interactiva, clases, enfermedades, planes, brujería, exámenes, ilusiones, música, frío, colores, nostalgia, viento y atardeceres.
Sin embargo es difícil perderse por completo. Y más sencillo es reencontrarse con palabras.