sábado, 9 de agosto de 2008

Planes

Se vuelve cada vez más difícil entrar y salir de aquí. Cada vez más difícil quedarse. Por las mañanas hay que caminar hasta la colonia vecina para encontrar un autobús accesible y al tiempo evitar ser arrollado en la avenida principal, que ahora es un conglomerado de vehículos extraños. Un distribuidor vial es la causa de que el sitio donde vivo sea, de pronto, más insoportable. Y su construcción parece infinita, como si quisiera advertirnos que en este lugar ya no transcurre el tiempo y ahora sólo nos queda huir o petrificarnos.
Así que inician los proyectos y las búsquedas. Los departamentos vistos hasta ahora oscilan entre los cuatro y seis mil pesos. Más gastos por servicios básicos; más muebles. La beca entera se me iría en mantenerlos y los precarios ingresos extra en sostener la casa de mi madre, quien se resiste a la idea de venir conmigo y vivir en mi casa, para que yo no siga viviendo en lo que queda de la suya. Será necesario hallar algo más o acostumbrarse a un espacio sin aire, cuyos únicos movimientos tienden al deterioro.
Buscando información sobre los intercambios académicos a McGill -donde reside un experto en san Agustín e imparten un curso de imaginarios sociales- o a la U. de Montréal -cuyo Centro de Estudios Medievales publicó un libro sobre el arte de la representación en el Medioevo (o algo así) que quizá sólo se encuentre ahí- descubro que tal vez sea más fácil emigrar a Québec que sobrevivir allá tres meses, con la reducción que sufre el apoyo a becarios cuando se convierte a dólares. Ayer, sin querer, me enteré de los encargos que una compañera, estudiante en Alemania, hizo a una profesora que pronto irá para allá. Y caí en la cuenta, no sin desaliento, de que además de los boletos de avión, el alojamiento, la comida, los libros, uno debe considerar presupuesto para nimiedades como el shampoo, los jabones, la pasta de dientes y otros artículos vergonzantes, pero que se nos han vuelto de primera necesidad y que cuando se cotizan en dólares o en euros deben ser equivalentes a lo que aquí gasto para comprar la despensa quincenal de toda la familia.
Ahora reconsidero. Quizá lo mejor sea terminar la maestría en el país, para luego exportarme como maestra de español o niñera. Un diplomado en cuentos de hadas y relato fantástico puede ser formación suficiente para domar fieras. Y una mudanza al norte incluiría la sutil paradoja de que rara vez me encontraría con mi amor de aquéllas tierras, quien se obstina en vivir en México.
Mientras tanto, el tiempo se me va en redactar notas sin sentido; en repasar el Griego que con tantas angustias aprendí y que con facilidad se olvida; en corregir libros de texto que parecen diseñados para no aprender.
Pero hoy... hoy sólo quiero ir a casa, sólo que ya no sé donde queda.

3 comentarios:

Esponjita dijo...

¿Stephen Menn, o a quién quieres ir a ver a McGill? Yo mato un pollo por ir allá también...
No sé achicopale. Yo le recomiendo que se vaya para allá. córtate el pelo para ahorrar en champú, llevate todo el jabón y la pasta de dientes desde acá... váyase como si se fuera de misionera a evangelizar la Galia o la Germania... y luego me cuenta cómo estuvo todo allá...

AH! yo vivo en un depita de una recámara por 2850 pesos al mes. Tranquilo, bonito, entre portales y nativitas, bien ubicado, y hay varios departamentos desocupandose orita.... por si le interesa ser mi vecina. Digo.

Itzel dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Itzel dijo...

Esponjita: ¿Y me haría usted el favor de pasarme algún telefono para informarme de los depitas?