martes, 20 de marzo de 2007

Pruebas de talento

El primero en notarlo fue mi padre. Un día, mientras vigilaba mis accidentados intentos por invadir a cañonazos una portería solitaria, me dijo: "Cuando crezcas serás un elemento líquido y amorfo. Tal vez lava, o... ¡mejor aún! ¡tinta púrpura!" No lo entendí, así que seguí jugando.
En secundaria llegó el día de las pruebas de aptitud. Desayuné ligero, como recomendaron los maestros, y al responder llené completamente los círculos. Semanas después fui a la oficina del orientador para conocer los resultados. -"¿Qué quieres ser?" - Me preguntó - "Guionista de cine"
- Respondí de inmediato - "¿Guionista? Vamos a ver..." - Y con las yemas de los dedos analizó los resultados. - "¿No preferirías algo más... fluido" - continúo - ¿Qué te parece... pintura? ¡Serías extraordinario como pintura verde!
Y hace un par de días, en la entrevista de trabajo: "Su trayectoria laboral es impresionante Licenciado L. ¡Tanta juventud y experiencia reunidas en un solo individuo! Lamentablemente usted no tiene la consistencia requerida para el puesto. Necesitamos un cimiento firme y sólido y usted literalmente se diluye y extiende sobre mi silla de piel... ¡Pero claro! ¡Aguarde un minuto! Precisamente ha quedado libre una vacante de recubrimiento de techos.
Así que mi destino está escrito. Soy una sustancia líquida, dens
a y expansible que tiñe de negro. Ni tinta, para no seguir a pie juntillas la voluntad de mi padre, ni pintura, para contravenir las expectativas del profesor. Tampoco acepté el puesto de recubrimiento.
Me contento, pues, con descansar mi emulsionada naturaleza en una trampilla bajo el escritorio del que antes fuera mi estudio de guionista. Cuando quiero salir, me abrazo primero a los maderos del piso y subo, penetrando sus moléculas. Luego, cual sombra, engullo las cortinas hasta llegar a la ventana y me filtro por la esquina de vidrio roto. Y de ahí, a expandirse y a permear lo que sea; el suave pelaje de un gato, los flexibles poros de una hoja de papel, la plasticidad indomable, pero no siempre invencible, de un vestido de noche. ¡Ah! ¡Qué dicha infinita la de ser al fin color!

* Inspirado en un post que me condujo a interacciones aún más inspiradoras.



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