miércoles, 7 de marzo de 2007

"We hate it when our friends become successful"

(La expresión es de Mozz y sin duda mueve a pensar)

Alguna vez fui el más solitario de los pequeños. Pero en cierta ocasión conocí a un niño imaginario. Ingenioso, divertido, gentil, sincero. Eso y más era él, y así se lo hacía saber constantemente. Pero debí hablar demasiado, supongo, porque un día se puso serio y preguntó: "Si soy tan maravilloso como dices, ¿por qué mi único amigo es un niño triste y ordinario como tú? Por favor, no te sientas ofendido. ¿Pero no crees que yo sería más feliz en la fantasía de un chico sobresaliente y talentoso? Tal vez un futuro artista que me plasmara en sus creaciones y me volviera inolvidable. O quizás un genio ¡que hallara la fórmula para volverme real!" - No supe como responder a tales cuestionamientos y lo dejé ir.

Alguna vez fui el más solitario de los adolescentes. Pero un día Sandy Loignorotodo se acercó mientras yo vagaba distraído por el patio escolar, tocó mis dedos huesudos con los suyos, tan tersos, y me dio un beso. "¿Qué hacer ahora?" - me dije - ¿Debía llamarla, sentarme junto a ella, invitarla a salir? Después de varias semanas reuniendo valor, asumí que haría todo lo dicho. Pero no bien me coloqué tras de ella y rocé los holanes de su vestido naranja, cuando fui enviado directo al basurero, por cortesía de Norberto Siemprelaspuede. Los muchachos de la escuela rieron por días y comentaron cuán estúpido había sido al tratar de hablar con una chica como esa. Tiempo después supe que Sandy atravesó por un periodo de demencia temporal en el que además de besar al más solitario de los adolescentes, también estrelló la cabeza de su hermanito contra el piso de la regadera.

Algunas veces soy el más solitario de los hombres. Pero con frecuencia ocurren cosas que me indican lo contrario. Por ejemplo, cuando Sambrano me llama para decir: "Eres brillante, no sólo has aclarado por completo mis dudas, sino que harás el resto del trabajo por mí. ¡Eres un gran amigo!" Y yo le creo mientras se marcha en su Corvet. O cuando Alisa exclama: "¡Caray! Pero si me pareces tan apuesto cada vez que bebo ¿Por qué nunca salimos? ¡Eres tan buen partido!" Y yo le creo cuando se marcha del brazo de Sambrano. Así que, después de todo, tal vez no sea el más solitario. Porque recuerdo la sinceridad, y el beso, y los halagos, y todas esas cosas que únicamente los hombres intercambian entre sí. Cosas que para mí se han ido, pero entiendo por qué. En verdad a nadie recrimino por alejarse; más le reprocho el que alguna vez llegara.

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